Wednesday, February 18, 2015

Una pequeña reflexión para el Miércoles de ceniza


Hoy, cuando me pusieron las cenizas en el culto de Miércoles de ceniza, en vez de en la frente, pedí que me las pusieran en la mano. Lo hice para recordar que vengo de la tierra y a la tierra volveré. Lo hice para recordar mi fragilidad. Lo hice para recordar que soy una criatura con un tiempo limitado en la tierra y que las cosas que haga en nombre de Cristo no se pueden dejar para mañana. Lo hice para tomar el primer paso hacia la reflexión de la Cuaresma en una manera tangible. 

Sin embargo, en esta ocasión decidí no hacerme una marca en la frente, sino en la mano. Está en mi mano para que me recuerde que debo ensuciarme las manos y trabajar. Debo ser intencional en dejar que la tinta de la Palabra de Dios sea parte de mi piel como un tatuaje que penetre mis palabras y mis acciones. Debo dejar que el polvo del camino de Cristo, me manche de amor, me llene de deseos de hacer justicia, me inspire a dejar huellas de paz y me motive a dar la mano a quienes la sociedad ha echado a un lado y ha rechazado... como lo hizo el Maestro.

No puedo darme el lujo de no ensuciarme las manos con este trabajo hermoso. No puedo hacerme una marca solamente por cumplir. No quiero aceptar la gracia de Dios en vano. Quiero vivir como alguien que trabaja arduamente, no por obligación, no por responsabilidad, sino por una inmesurable gratitud y siempre ofrecer mis manos y toda mi vida como ofrenda de aroma fragante a quien me dio la vida. No lo puedo dejar para mañana. 

Dios, te confieso hoy que no será una tarea fácil... pero prefiero vivir levantando el polvo del camino... que en la inmovilidad de la apatía. Ayúdame a ensuciarme las manos en el trabajo de tu reino, día a día. 

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